martes, 25 de septiembre de 2012

Adiós, Maestro


Alonso Lujambio tenía más  menos la edad que yo tengo ahora cuando lo conocí. Él era director de la carrera de Ciencia Política en el ITAM y yo estaba empezando a estudiar la misma. En el primer semestre fue mi maestro de Introducción a la Ciencia Política, el temario era extenso y gran parte de lo que aprendí se lo debo a él y a esa materia. Nos llamaba a sus alumnos “colegas”, un título que nos enorgullecía y nos motivaba al provenir de una persona en la que reconocíamos inteligencia, sabiduría, entrega y amor por México.

En el primer examen que realizamos obtuve una muy buena calificación y me escribió una nota en la que me auguraba un gran futuro como politólogo. No sucedió así, mi trabajo actual poco tiene que ver con la política, tema que aún me interesa pero al que no dedicaría mi vida. Sin embargo creo que el aprobaría mi posición, conocía bien las aficiones artísticas, redentoras, creativas y hedonistas de sus alumnos, y aceptaba con agrado las deserciones en cualquiera de esos sentidos. Profesaba el amor y la pasión por la vida antes que nada.

A pesar de ocupar un importante cargo académico, su carrera estaba por comenzar. En el transcurso de ese semestre fue nombrado consejero del IFE, sería la primera vez que éste órgano estaría conformado en su totalidad por ciudadanos. En mi opinión esa fue la mejor etapa en la incipiente democracia mexicana. Su labor como consejero no le permitía recibir un salario por otra actividad para asegurar su imparcialidad, a pesar de esto siguió dando clases, así tuve la oportunidad de cursar con él la materia de Política Comparada, ahí o quizá en alguna ocasión en los pasillos de la escuela, fue donde lo vi en persona por última vez.

Después del IFE pasó a dirigir el IFAI, conociendo su perfil me pareció la persona ideal para el puesto, estaba comprometido con la justicia, la equidad y la rendición de cuentas por parte del gobierno. Su nombramiento como Secretario de Educación me pareció un error, era un cargo para el que no estaba preparado por todas las implicaciones políticas y sociales que llevaba consigo, Lujambio era un hombre elegante en todos sentidos, un caballero al que le apasionaba el hilo fino de la política, la educación pública en México es un lodazal para el que se requiere un temperamento distinto al que él poseía.

Hace unas semanas supe de él de manera directa por mi amiga Maira, que lo vio en varias ocasiones durante los últimos meses, por lo que me platicó me preocupó su estado de salud ,pero confiaba que le quedarían algunos años para dejar una huella memorable en el Congreso y quizá para más. Desafortunadamente no fue así y lo lamento mucho. Dejó una huella imborrable en mi vida y en la política del país. En estos momentos en que hacen falta hombres de su calidad moral, es una gran pena que nos lo haya arrebatado la enfermedad. Lo recordaremos y seguiremos su ejemplo siempre.

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